Las tres primeras páginas del manga Azumi aparentan inocentes y hasta casuales, pero son en realidad un hábil anticipo, una promesa de un morbo sibarita. Ese que seduce a la sociedad japonesa creando una pegajosa membrana social llamada lolicon.
El término se refiere a un fenómeno social, y por extensión a aquellos que toman parte en él. Consiste en una debilidad sexual extendida entre muchos adultos japoneses hacia la figura de la niña prepubescente, la mujer que aún no ha empezado a construirse, la niña que aún no sabe que está a punto de empezar a dejar de serlo. Etimológicamente proviene de la expresión "Lolita complex", en referencia al clásico de la literatura escrito por Vladimir Nabokov. En Japón, las leyes en contra de la pederastia y la pornografía infantil son laxas en demasía, y la fascinación sexual por las colegialas adolescentes está institucionalizada: en su gran mayoría las chicas van vestidas todos los días con minifalda, reglamentaria en el uniforme del instituto de turno.
Hay mucho campo abierto para hablar del lolicon, pero de momento vamos a centrarnos en ese comienzo de Azumi del que os hablaba. Este tebeo de Yu Koyama abre con una viñeta que muestra una escena natural, de esas clásicas,
rayana en lo bucólico, de un paisaje asiático. Salvando pocas distancias, son las mismas montañas picudas con árboles aéreos que hay en los cuadros que decoran el restaurante chino de tu calle. Sobre esa belleza ortodoxa surge otra más contemporánea. Son los ojos serenos de una niña muy especial, subida a uno de esos árboles. Son en total poco más de ocho trazos de pincel y plumilla, y sin embargo ahí están los espejos de Azumi, relajados y prometedores. La membrana lolicon se estremece. Azumi ya nos ha saludado cortésmente con una katana desenvainada y un sugerente ropaje ninja en la portada del primer volúmen. Pero este manga es para leer con las dos manos. Sobre todo, artes marciales y drama histórico. En las páginas dos y tres, con el elástico rostro de la ninja infantil ya desvelado, una minúscula peonza es lanzada al aire con precisión sobrehumana, cada vez más alto, girando sin parar, para caer indefectiblemente sobre la uña casualmente extendida de la protagonista. Azumi está despreocupada, juguetea distraída. Los lectores estamos ya embobados sin remedio.
El dibujo de Koyama nos quiere engañar cuando damos un primer barrido visual a las páginas de este primer volumen. Los rostros y cuerpos de los personajes carecen de cualquier complicación realista, pero la efectiva sencillez del dibujo contrasta perfectamente con la magnitud de la narrativa. La inocencia que transpiran las caras y cuerpos de los ninjas infantiles (Azumi tiene amigos, todos de su edad, todos varones) se ve contrapuesta con la inevitable y ciertamente gráfica violencia, y con el laborioso trabajo de los asistentes en fondos detallados que no desmerecen otras aventuras clásicas de largo rodaje. Pero esto no es el 1968 de Ashita no Joe, ni siquiera el 1982 de Akira. El manga Azumi comenzó a serializarse en 1995 en la revista Big Comic Superior de la editorial Shogakukan, y la disposición dramática de paneles, que fluye con soltura en los dedos de Koyama, disipan cualquier duda sobre la modernidad de la obra.
Al poco de comenzar a leer Azumi dan ganas de meterlo en el saco de los clásicos, a pesar de que su popularidad pueda estar prolongando sospechosamente la vida útil de su argumento original. Inicialmente Azumi plantea las aventuras de un grupo juvenil de ninjas entrenados desde bebés para neutralizar a dos poderosos señores feudales que planean tiranizar un Japón medieval y tempranero. No he leído el tebeo hasta el final, así que me pongo pies de buzo en cuanto al comentario sobre su elongación, pero después de las agonías narrativas que han sufrido y sufren series que lucían una solera impecable en sus comienzos (dejadme mencionar Initial D), me permito no darle a Azumi el beneficio de la duda razonable, porque la historia continúa catorce años después, con el volumen 47 anunciado para salir a la venta hoy mismo, martes 21 de Abril de 2009. No podemos descartar que Koyama haya perdido de vista, por cuenta de las exigencias que las ventas imponen, un horizonte lógico para culminar los arcos narrativos abiertos hasta el momento. Si algún día consigo leermelos todos, prometo revisitar este texto para todos vosotros y confirmar o desmentir de acuerdo con lo que me cuente la pulpa.
Azumi es, no obstante y sin lugar a mucha discusión, un peso pesado del manga de corte histórico y tendencia espadachina junto con Kozure Okami (Lone Wolf and Cub) y las bravuconadas narrativas de grandes como Sampei Shirato. En el menú tenemos lolicon, si, quizá, pero elegante e inteligente. No es una vulgar explotación, y juega un papel indudablemente funcional en la historia, en tantas escenas donde Azumi se descubre paulatinamente como ser humano, como niña, como mujer y como asesina. No conozco ninguna edición extranjera, y digámoslo ya de paso, he perdido hasta ahora todas mis oportunidades de ver las dos películas de imagen real realizadas hasta la fecha, protagonizadas por una Aya Ueto de dieciocho años, antes de que su sonrisa televisiva de perfección poligonal comenzara a plagar las vallas publicitarias de todo el archipiélago. Y no se si voy a poder sentarme a verlas en el futuro próximo. Aún me queda mucho camino hasta el volumen 47. No me puedo permitir usar el tiempo de cualquier manera.
Ilustraciones: Azumi, de Yu Koyama. Cortesía del autor.
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