La entrevista es cumplidora con la audiencia a la que se dirige, y desde luego no es deslumbrante pero no cae en tópicos absurdos, no contiene inexactitudes, y nos revela ciertas cosas acerca del último largo de Miyazaki y del futuro que se vislumbra desde Ghibli, además de varias curiosidades.
Queda patente que Miyazaki es un creador tan sensible como naif, con una capacidad absoluta para abstraerse de la realidad que le rodea y expresar visiones extraidas directamente de la mente de un niño. Miyazaki está obsesionado con la infancia y su percepción del mundo, una cualidad claramente romántica y perfectamente plasmada en sus obras y personajes, donde prima la intuición sobre la razón. Una vez más, la máxima romántica es válida: el artista no hace más que mediar entre el hombre y la naturaleza. Y si puede elegir, lo hace de forma orgánica, tradicional, sin la profiláxis de la síntesis digital. Al menos así se ha hecho en Ponyo: la entrevista revela que el largo se dibujó y pintó enteramente a mano, necesitandose un total de 170 000 acetatos.
Miyazaki no se encuentra del todo cómodo en el mundo actual: a la puerta del estudio no tiene aparcado un Toyota Prius, sino un Citroen 2CV, y cuando le preguntan sobre cine moderno, espeta "no lo soporto, las imágenes son demasiado extrañas para mí". Curioso comentario: alguien debería recordarle lo intrincado del tapiz de simbología e imágenes delirantes que se sacó de la manga en El viaje de Chihiro. Quizá el propio Miyazaki no sea capaz de comprender que sus películas son una parte muy destacable del cine moderno.
Desde el punto de vista industrial, hay en la entrevista comentarios interesantes de Toshio Suzuki, veterano productor y colaborador de Miyazaki, y del recientemente elegido presidente del estudio, Koji Hoshino, un hombre curtido en la Disney norteamericana que viene dispuesto a convertir Ghibli en el Pixar japonés: "Disney son muy buenos a la hora de explotar todas las posibilidades comerciales de sus películas. Ghibli ha hecho muy poco para promocionar sus películas fuera de Japón hasta ahora, pero vamos a impulsar este aspecto todo lo que podamos, así como las posibilidades de distribución internacional". Y como muestra de las ambiciones globales del estudio, Hoshino menciona un acuerdo reciente con Kathleen Kennedy y Frank Marshall, nombres que sonarán a los cinéfilos empollones porque son íntimos colaboradores de Steven Spielberg desde hace décadas. Emocionante, la verdad. De momento, pongamos nuestro granito de arena y acudamos a ver Ponyo al cine, si es que todavía queda alguna sala que lo proyecte...
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