13 de mayo de 2010

Recordando a Bulma (Dragon Ball)

Bulma, qué bien parida. Y no me refiero a que estés buena. Que lo estás, y lo sabes. Me refiero a que el que te parió, y le conocemos con nombre y apellidos, te hizo bien hecha. Fuiste para muchos de nosotros el primer personaje animado real. Tridimensional. Creíble. Emotivo. Ardiente. Imperfecto.

¡Esa mala hostia! No dudaste en disparar a un niño con un arma de fuego simplemente porque te tumbó el Renault 5 Copa Turbo.

¡Esas malas artes! Recuerda que cuando viste que el tal Gokuh era fuertote y que te podía servir para tus objetivos, no dudaste en usar tu cuerpo, intentando engatusarlo a cambio de mostrar tu ropa interior.

¡Ese pijerío! ¡Pero si es que llevabas un estuche con casas y vehículos de todo tipo comprimidos en cápsulas!

¡Esa ambición! Tardaste bien poco en enseñarle las bragas a un viejo verde asqueroso sólo para que te diera la bola de dragón. Claro que, no sabías que te habían quitado las bragas... y le terminaste enseñando todo el matojo al maestro. ¿Pero es que no notaste el fresquito al salir de casa, alma de cántaro?

¡Esa fuego, esa pasión! Dieciséis añitos de nada, y se te hacía la boca agua con cualquier cosa con aspecto de hombre. Primero Yamcha, un vanidoso que no toleraba la visión de una mujer desnuda y que a pesar de tus atenciones, se acabó alejando de tí. Vale, estaba cachas, pero yo creo que era más gay que otra cosa. Pero ahora que lo pienso, bien que le sangraba la nariz cuando te vió las piñas. Y lo de Oolong... un cerdo transformado en guaperas del tres al cuarto con gabardina, y te hacían chiribitas los ojos. Eso no tiene perdón. Bueno, sí que tiene, porque luego domaste nada menos que a Vegeta, el príncipe saiyano, con sólo el furor de tu humana entrepierna. Una hazaña.

¡Ese intelecto! ¿Cuantas mujeres inventoras, geniales y más salidas que un balcón hay en el mundo? En el de Dragon Ball, sólo estabas tú. Tú fuiste además la que se sacó de la manga el radar para encontrar las bolas, que fue lo que en realidad comenzó toda la milonga. Cuando se les rompían las naves, se las arreglabas. Si es que...

¡Esa madraza! Con tus genes humanos y lo que le exprimiste a Vegeta (domesticadito lo dejaste, la pena es que haya que recurrir a dojinshis para ver con detalle cómo se consumó aquella unión) pariste a todo un Trunks. Un híbrido hecho y derecho, nada de Toyota Prius. Este no se estropea. Trunks terminó siendo mucho mejor que cualquier saiyano que hubiera salido en la serie antes. Cientos de episodios para que Gokuh se cargara a Freezer y llega tu hijo y se lo merienda en un pedo. Iba a decir Deus Ex Machina, pero el cupo para eso ya se cubrió mucho antes, cuando se decidió sacar a Dios como personaje...

¡Ese encanto! Si es que en realidad, te queríamos mucho. Un besote grande, Bulma.

Rafa Matsuyama


11 de mayo de 2010

Microsoft, Windows 7 y Nanami Madobe

La estética del anime es un lenguaje visual compartido por millones en todo el mundo, y como todos los lenguajes, evoluciona de forma orgánica. Un hablante o un grupo de hablantes propone un nuevo elemento expresivo, a veces de forma inconsciente, y si los demás lo aceptan y comienza su expansión, la magia del acuerdo tácito que impregna cualquier lenguaje social hace el resto.


El lenguaje del anime ha dado lugar a uno de los memes más sorprendentes de los últimos años: las OS-tan. La cultura OS-tan virtualiza los sistemas operativos de los ordenadores en forma de mascotas de sexo femenino cuyo carácter y forma de ser corre en paralelo al comportamiento del sistema operativo real. Lo que comenzó como una especie de broma entre usuarios hardcore ha acabado siendo la estrategia publicitaria elegida por una corporación multimillonaria como es Microsoft. Nanami Madobe es el resultado: una personificación de Windows 7 concebida con todo lujo de detalles en animaciones producidas por el estudio Rising Force, con la famosa cantante y actriz Nana Mizuki poniendo voz al personaje diseñado por Wakaba. Todo un derroche de profesionalidad que nada tiene ya que ver con los humildes comienzos del género.



La tendencia OS-tan empezó en Japón con la creación de la iMac girl. Pero el movimiento cobró peso específico con Windows ME. Las discusiones de usuarios del foro de internet Futaba Channel acerca del caracter temperamental de Windows ME, con tendencia a colgarse y a causar múltiples problemas asociaron éste con el de una chiquilla torpona, caprichosa y problemática. Los artistas de manga aficionados no tardaron en plasmar esta conexión y nació ME-tan. La mascota vino a simbolizar una manera de encariñarse con una parte problemática pero importante e ineludible en la vida de muchos usuarios informáticos. ME-tan llegó para quedarse, y la moda de las OS-tan también. Los aficionados no tardaron en crear versiones humanizadas de todos los sistemas operativos Windows que Microsoft fue lanzando al mercado durante la década, e incluso de personajes como el antivirus Norton, inmortalizado en la figura imaginaria del profesor Norton. Las animaciones creadas por los fans con estos personajes no tienen el glamur técnico del que hace gala Nanami Manabe, pero lo compensan con creces con humor y originalidad.



Los críticos se lamentan de que con la adopción corporativa por parte de Microsoft de Nanami Madobe como mascota animada oficial de Windows 7 se ha perdido la gracia del asunto. Si son las propias empresas de software las que conciben y diseñan sus mascotas para promocionar sus productos, nada les impide convertirlas en ejemplos de perfección para así asimilar sus virtudes a las del producto en las mentes de los consumidores. Microsoft, que ya lleva casi una década batallando por ganar algo de cuota de mercado en Japón con sus sistemas Xbox, sabe ya un par de cosas acerca del público japonés, y ha tenido el tino de introducir torpeza y despiste como elementos del caracter de Nanami Madobe, eso sí, sin bajar núnca de 110% los sensores kawaii y moé. De eso nunca se puede tener suficiente.

Las OS-tan no tienen nada que temer. Si acaso, que con el inacabable flujo de nuevos formatos y dispositivos electrónicos, iPads, Androids, NetBooks, muchos con sistemas operativos específicos, su familia no va a hacer nada más que seguir creciendo.

(En japonés, el sufijo -tan se usa del mismo modo que -san y -chan, pero originariamente para bebés y niños muy pequeños. Poco a poco se comenzó a expandir su uso casual para jóvenes e incluso adultos como un nivel más cariñoso si cabe que -chan de llamar a la gente.)

9 de mayo de 2010

Fast-forward through the hype

Hay muchos modos de leerse un manga.

Yo soy incapaz en muchas ocasiones de sentarme con tranquilidad a pasar hoja por hoja cuando un volumen deseado cae en mis manos. Muchas veces me estropeo a mí mismo el pastel porque me da por hojearlos abriendo páginas al azar con frenesí, buscando las escenas clave, avanzando a gran velocidad como en una película a cámara rápida x500.

A veces lo hago en el tren y los japoneses me miran como queriendo comprender qué está ocurriendo.

Lo que creo que parece desde fuera es que estoy mirando los dibujos porque no puedo leer los bocadillos. No olvidemos que mi pinta es la de un bakala valenciano un poco añejo con una camiseta de los Lakers, y aquí en Tokio aún hay gente a la que cuando le hablas en japonés se petrifica, o te responde en un inglés violado porque su cerebro es incapaz de computar tu napia mediterránea con la lengua de Murasaki Shikibu en el mismo punto espacio-temporal.

Por supuesto, después de autoespoilearme comienzo a desentrañar el tebeo con atención empezando por la primera viñeta. Una vez, mientras leía Kakugo no Susume en el último tren de la línea Tokyo Toyoko viajando desde Shibuya hasta Yokohama un sábado por la noche, dos borrachos me obligaron a salir de mi burbuja tebeomusical y conversar con ellos de mí. Tras media hora de parloteo absurdo sobre el Barça donde hablé sobre todo de mis amigos culés, se concienciáron de que estaba leyendo y de que quería seguir haciéndolo.
Y me preguntaron si entendía lo que leía. No eran capaces de concebir que si hablaba con ellos con soltura, cabía la posibilidad de que me pudiera defender en su idioma nativo lo suficiente como para leer y entender un cómic. No me creyeron. Tampoco me creyeron cuando les dije que el fútbol no me interesa mucho y que a mí lo que me priva es el baloncesto. Les expliqué con la paciencia de Yoda que dos años antes España había ganado el mundial en Saitama, a pocos kilómetros al norte de donde estábamos. Tampoco me creyeron, pero normalmente la gente no se tira mocos de ese calibre, así que esta vez se callaron para no quedar como estúpidos.

Otras veces me compro un volumen e intento infructuosamente leerlo de cabo a rabo, pero me atasco en algún sitio. Puede ser una referencia cultural que me falta. Puede ser un texto de un espesor desmesurado para mi eternamente, vergonzosamente aleatorio nivel de kanji. Puede ser el giro arcaico de las conversaciones en un manga de samurais. Puede ser un dibujo desconcertante donde muchos personajes se parecen demasiado entre sí. El último que me las hizo pasar canutas por esto fue Wangan Midnight.

Y de repente, un día todo cuadra. Entiendes lo que no entendías, procesas posturas de los personajes que antes te despistaban y todo fluye. Te das de hostias por haber tenido esa joya cogiendo polvo en el estante. Te arruínas comprando los tomos siguientes. El último con el que me pasó esto fue Vagabond.

Ayer compré el primer volumen de I Am A Hero, de Kengo Hanazawa. Le hice la pasada fast forward de rigor y me quedé frío. Me pregunté de dónde venía todo el hype (dos recomendaciones anónimas en cuatro días, una de ellas por alguien que apenas lee). Acabo de terminar de leerlo como dios manda y sigo frío, pero por el otro extremo, de emoción. Ya comprendo de donde viene el hype. No es hype, de hecho. Esto es legit. Mañana a primera hora toca visita a la librería.

Luis Alis